«Diario de una soledad» de May Sarton


¿Qué tienen los diarios íntimos que incluso sabiendo que no debes mirar dentro lo haces y, para colmo, te encoges de hombros cuando alguien al otro lado de la página se atreve a encararte? Hay algo en leer el diario de otra persona entre pícaro y desconcertante. Pícaro por saber que estás haciendo algo que no deberías y desconcertante porque entre los pensamientos de esa otra persona puedes descubrir los tuyos. ¿Puedes leerte en las palabras que otra persona dejó escritas mucho antes de que tú llegaras a este mundo? Yo estoy segura de que sí y lo he confirmado en uno de los diarios que Gallo Nero ha publicado de la escritora y poeta belga May Sarton:
Diario de una soledad. 

Antes de este volumen del que quiero hablaros, la editorial madrileña publicó en 2020 otro de sus diarios, Anhelo de raíces, que si bien no es necesario haber leído para adentrase en este aconsejo hacerlo antes para entender en su totalidad el mundo interno y externo que la autora expande en Diario de una soledad. En aquel primer diario, May Sarton nos abre las puertas de su nuevo hogar en Nelson, New Hampshire, al que se traslada al morir su padre en 1968: una casa destartalada, pero llena de belleza en su decadencia, a la que llega tras años de sentirse en tierra de nadie, y a la que puede por fin llamar hogar. Sus primeros tiempos allí son tan cálidos como difíciles.


En este segundo tomo, que abarca algo más de un año, y que comienza cuando su depresión está en la época más oscura, se hace más grande el hueco de la puerta para llevarnos de nuevo hasta ese espacio sagrado que es su diario y en el que con una prosa clara y concisa, aunque muy armónica, seña de identidad de su escritura, vierte el dolor y la desesperación que siente ante su depresión; el desasosiego que la inunda tras uno de sus ataques de ira; la oscuridad de la que lucha por salir; la frustración ante la incapacidad de pasar al papel los versos que pueblan su mente. 


Pero no es fealdad todo lo que sus ojos ven porque al levantar la mirada recuerda por qué se instaló allí: su casa está rodeada por un prado que le da tantas alegrías como trabajo, trabajo que agradece porque la ayuda cuando sus poemas se quedan estancados en una estrofa. May puede ser un poco huraña, pero se siente agradecida porque a su casa llegan amigos que la sacan del sopor y goza de la compañía y amistad de unos vecinos, tan peculiares como solidarios, que la apoyan y la sostienen cuando ella necesita silencio y tranquilidad, soledad; porque si algo queda claro entrada a entrada es que para May Sarton la soledad es tan necesaria como la compañía, siempre que ambas sean elegidas. Ella lo resume bien en este pequeño extracto: «La vida nos viene en pequeños racimos: un racimo de soledad, y luego otro racimo que apenas nos deja tiempo para respirar». Ambos diarios comparten los que son sus temas predilectos: el amor, la amistad, el entorno vital, la naturaleza, el envejecimiento que a todos nos llega, las relaciones entre semejantes y los derechos de la mujer; y, por supuesto, la soledad. 



Diario de una soledad es la narración de un año, tan luminoso como sofocante, de la vida de una escritora que se sabía de paso, a la que no asustaba el final, pero sí que su tránsito por la vida fuera insulso. 


Comentarios

  1. Tengo que leer "Anhelo de raíces" que lleva ya un tiempo esperando en mis estanterías. Cuando lo haga y si me gusta (que espero que sí), me haré con este otro de la autora, a la cual conocí gracias a ti.

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