Las filipinianas de Inma Chacón
Hace
dos años me topé por primera con un libro de Inma Chacón —extremeña como
yo— en un mercadillo: Tiempo de arena. En la portada la imagen de una mujer en
un fondo de arena. Se vino conmigo a casa. Lo leí un par de meses después y
disfruté y sufrí con las hermanas Camp de la Cruz y me maravilló la forma de
escribir de Inma. Investigué
la bibliografía de la autora y me hice una lista —vamos que los apunté todos— con los libros que más me llamaban la atención.
En junio colaboré con la librería solidaria Aida ONG y entre los libros que
escogí estaba Las filipinianas.
Cuando llegó a casa descubrí que era la primera parte de una saga (?) de la que
también forma parte Tiempo de arena.
Su
sinopsis dice: Una saga de mujeres
aristócratas con unas vidas marcadas por el viaje. Manila, Alejandría, Palma de
Mallorca y Toledo se convertirán en escenario de la evolución de tres hermanas,
que llegarán a Manila arrastradas por el sueño de su padre
En un clima de tensiones políticas,
estas mujeres lucharán por encontrar el hueco que las defina a sí mismas, en la
masonería, en la familia o en la sociedad clasista de la segunda mitad del
siglo XIX,
pero, sobre todo, en un país bello y a la vez hostil que las cambiará para
siempre.
Las filipinianas nos habla
de tres hermanas —Mariana, Munda (Esclaramunda) y Alejandra— y de la hija de
una de ellas, pero también nos habla de su padre y de sus continuos viajes: de
Toledo a Manila pasando por Palma de Mallorca y Alejandría; de su madre; de sus
abuelos, los marqueses de Sotoñal; de la masonería; de la pérdida de las
colonias españolas; de la guerra de Filipinas —sí, salen los últimos de
Filipinas—; de la sociedad tan encorsetada a la que pertenecían y de amor,
mucho amor y sus diferentes maneras de ser vivido.
Me
daba miedo que al haber leído antes Tiempo
de arena este me resultase previsible o incluso aburrido, pero no ha sido
así. La primera parte nos habla del padre y cómo sus decisiones y viajes marcan
la personalidad de cada una de ellas y, poco a poco, la narración nos va
dejando conocer a la hermanas Camp de la Cruz, como preparándonos para lo que
vendrá después, y el final enlaza perfectamente con el inicio del segundo
libro.
Las
tres hermanas son tan diferentes... Mariana es en quién recaerá el título
nobiliario y es fría, recta, toda una aristócrata; Munda es indomable, fiel a
sus principios y con una personalidad arrolladora y muy muy cabezota; Alejandra
es pragmática, de corazón noble y apoya a sus hermanas allí donde estas lo
necesitan. Como ya me pasó en su segunda parte, me quedo con Munda. También
tenemos unos secundarios que comparten ambos libros y que le dan sentido a
algunas cosas que me cojearon en la segunda parte.
Las filipinianas es
una historia de amor —de muchos amores—,
una crónica de viajes y el inicio de otra historia que enamora: Tiempo de arena.
Os deseo grandes lecturas,
Laura.
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