«Escritoras» de Carmen G. de la Cueva

 Hace ya unos años que me lancé con el reto #ellaslasqueescriben (si no sabes de qué hablo te lo dejo aquí enlazado) y desde entonces no solo leo libros escritos por mujeres, también busco libros que hablen de escritoras. Con ese fin llegó a casa Escritoras. Una historia de amistad y creación de Carmen G. de la Cueva, ilustrado por Ana Jarén y editado por Lumen.

Comparto con la autora año de nacimiento y el sentimiento de no saber por dónde tirar cuando la maternidad llegó (en mi caso tres veces) y la soledad que se instaló con ella. Siempre he querido escribir, no solo ficción, (casi) vivir de esto de juntar palabras que se conviertan después en un ente con sentido pero me perdí en algún momento. Por eso cuando comencé a leer Escritoras sentí casi desde el principio que Carmen me estaba dando no solo la oportunidad de conocer a mujeres que necesitaba conocer, sino también un empuje y unas ganas que creía olvidadas. 





No voy a decir que es un libro bonito, en lo que a estética se refiere, porque es algo que salta a la vista, pero sí que es uno de lo textos más bellos que se han escrito sobre la amistad femenina y una memoria inmensa dedicada a escritoras que derribaron tabúes, abrieron caminos, rompieron moldes y que además fueron las responsables de que yo hoy pueda sentarme ante un teclado a escribiros. 


Carmen se ha remangado para rastrear cartas, diarios y recuerdos con los que después ha construido un camino entre autoras que ojalá se hubiesen conocido, como Virginia Woolf y Carmen Baroja (autora descatalogada y que yo corrí a buscar en las webs de segunda mano), y entre otras cuya amistad es de sobra conocida como la de Elena Fortún y Carmen Laforet (amistad en la que yo no había reparado nunca aunque Laforet y su Nada son de mis preferidas). Por las páginas de Escritoras se pasean también Clara Campoamor, Victoria Kent, Marisol Dorao (la única biógrafa de Elena Fortún) y con ellas la autora teje un hilo que después nos lanza por si nos sentimos pérdidas o queremos tirar de él para seguir investigando. 


En el libro se habla de Virginia Woolf, de Carmen Laforet y Martín Gaite, de Elena Fortún y Carmen Baroja, de Emilia Pardo Bazán, de María Lejárraga y María de Maeztu (autoras a las que tengo muy muy pendientes), entre muchas otras que merecen también su espacio porque todas lo merecemos. Habla también del Lyceum Club Femenino (quién tuviera uno hoy en día) que, en palabras de Carmen, «fue durante algunos años una habitación simbólica y física en las que las mujeres lograron evadirse cuando quisieron de sus obligaciones familiares y pudieron ser ellas mismas» y de la Residencia de Señoritas del que formaron parte y en la que se hospedaron muchas de esas autoras que la historia enterró por partida doble, por ser mujer y por tener la osadía de cargarse al ángel del hogar del que nos hablaba Virginia Woolf, y que yo pienso rescatar desde mi humilde rincón de lectura. 


Algo de lo que ya tenía constancia, pero que se me hizo aún más real mientras leía Escritoras, es eso de que nadie nos habló de estas mujeres, ni de muchísimas otras, y tampoco hubo a mi alrededor alguien que me diese a leer Celia o los cuentos de la Matute. Nadie me dijo ni en mi infancia ni en mi juventud que había escritoras que con sus libros habían machacado el techo de cristal; ese techo que nos deja ver lo que hay fuera pero que en muchos casos aún hoy nos aplasta. 


Podría deciros tantas cosas sobre este libro que estaría horas escribiendo, pero lo mejor es que os sentéis con él en vuestro regazo y leáis, leáis y leáis. No olvidéis un papel y un cuaderno para anotar porque no faltarán las citas que no querréis olvidar  y los libros que aumentará vuestra ya larga lista de libros por leer. 


Convirtamos este lugar en un cuarto compartido.

Os deseo maravillosas lecturas,

Laura. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Entrevista a Adam Blumenthal, editor de Sigilo España.

Las resacas literarias.

«La Malnacida» de Beatrice Salvioni