«La Malnacida» de Beatrice Salvioni

Creo que si tuviese que elegir un solo tipo de libro para leer durante el resto de mi vida dudaría mucho entre el realismo mágico y las autoras italianas. No tengo una explicación para esto, pero no me hagáis elegir, por favor.  



La Malnacida lleva los bajos de la falda deshilachados y descoloridos; está sucia y anda con las suelas de las alpargatas desgastadas, aunque nada de esto importa porque ella posa todo el pie al andar consciente de lo que provoca en aquellos con los que se cruza. Al pasar por su lado, algo que intentan a toda costa, algunas cuchichean, otros escupen, unos pocos se tensan, todos maldicen.


La Malnacida no tiene nombre, solo un apodo que nadie sabe realmente de dónde ha salido pero que han adoptado porque es más fácil odiarla que intentar entenderla. En realidad se llama Maddalena y la persiguen leyendas, mitos y mucha mala baba. Le achacan muertes, desapariciones y enfermedades; para muchos es una bruja que se escapó de la hoguera. Lo cierto es que solo es una adolescente que ha decidido no dejarse vencer por la vida ni por los demás. 



En el mundo de la Malnacida se competía por hacerse arañar por los gatos y el dolor desaparecía lamiéndose las heridas. Era un mundo donde no se podía jugar a fingir quien no eras y si hablabas con los chicos los mirabas a los ojos.


Observaba su mundo parada en el borde del precipicio, pero decidida a saltar. Y no veía la hora de caer por él. 



Mezclándose con la amistad de las dos protagonistas asistimos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, pero antes de eso Beatrice Salvioni nos describe con unas pocas pinceladas, que para nada se quedan cortas, la Italia de aquel 1935 en la que Mussolini ya llevaba más de una década en el gobierno; también refleja con claridad las costumbres, la religión y la clara distinción de clases que se refleja incluso en los bancos de la iglesia; muestra sin tapujos la sociedad machista y asfixiante en la que se mueven las jóvenes y el doble rasero que usan los adultos, en cuanto a temas políticos y personales, lo que prende la chispa; porque Francesca es todo lo contrario a la Malnacida si hablamos de educación, suerte y riqueza, pero le falta la libertad y la valentía que la otra tiene. Las une una amistad forjada por un respeto que nace precisamente de sus diferencias: Maddalena necesita una mano que la ayude a anclar, Francesca aprende de esta que para que las cosas cambien hay que moverse y que las mujeres también tienen ese poder. Y es justo cuando ese ancla que es la mano de Francesca y esa energía que es el impulso de Maddalena se unen, cuando las dos amigas deciden que es el momento de gritar. 


En muchos momentos, Maddalena me recuerda a la Lila de Elena Ferrante (creo que es imposible no asemejar la escritura de las dos autoras), aunque para mí la Malnacida (tanto el personaje como la novela) tiene una rebeldía fresca que te hace poner los brazos en jarra y una gran sonrisa en la cara justo como ella misma haría si nos pillara cuchicheando a sus espaldas. 


Os deseo maravillosas lecturas,

Laura. 

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